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lunes, 5 de diciembre de 2011

Ese escalofrío que te recorre el cuerpo.


¿Alguna vez te has tirado al vacio sin saber lo que pasaría después? ¿Alguien te ha dicho "No lo hagas, saldrá mal" y aún así lo has hecho? Pues te hace vibrar de pies a cabeza. Te hablo, de la décima de segundo o incluso menos en el que coges impulso. Del instante exacto en el que te estás tirando al vacío sin saber si habrá algo abajo que pare la caida o te vas a dar la ostia del siglo. Y en ese pequeño espacio de tiempo te preguntas: ¿Por qué lo he hecho? No hay respuesta para esa pregunta, no hay ninguna razón para hacerlo, porque no hay lógica, y porque es un impulso que te recorre la columna como una corriente eléctrica que te hace casí morir de felicidad. Precisamente por eso, es lo que le da menos sentido, es lo más estúpido que hay en el mundo. Pero tambien es lo mejor que hay. Porque es ese momento único, perdido en el tiempo. Es ahora o nunca, es ese minuto, esa sensación acompañada de mariposas en el estómago como cuando te da un beso esa persona especial, un corazón que late deprisa. Una cara conocida entre miles de desconocidas, una sonrisa nerviosa, una buena mano jugando al Póker, un todo o nada. La cara buena de la moneda, pero también la mala. Una cama desecha, un poema a medio escribir y un cigarro casi acabado. Es un nombre en la arena, un pequeño roce que hace que se activen tus sentidos. Un ataque de risa incontrolable en medio de una clase en pleno silencio. Un deseo soplado a unas velas que guardan silencio en medio de una multitud escandalizada. Un sueño inacabado por un despertador. Y mi mejor sensación cada mañana. Porque sino te arriesgas a vivir ¿qué te queda? 

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