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lunes, 9 de enero de 2012

No és culpa de nadie.


Te ha dejado. Sí, de la noche a la mañana las cosas han cambiado. De repente, ya no és el/la mismo/a contigo y tú pues simplemente, no lo entiendes. No comprendes qué és lo que ha pasado y que has hecho mal, en qué has fallado. Y entonces és cuando empiezas a pensar que toda la culpa és suya. Pero él/ella no puede saber lo que tu piensas, y por supuesto tu orgullo vale más. Y nunca quieres dejarle ver todo lo que sufres, la cantidad de veces que lloras por él/ella, la cantidad de veces que pronuncias su nombre en la oscuridad de la noche, sentado/a en tu cama de piernas cruzadas con la cabeza entre las rodillas y deseando que vuelva. La cantidad de veces que intentas recordar el sonido de su voz.Y deseas más que nunca que por arte de mágia, aparezca a tu lado. Eso és lo que más te duele. No poder recordar su voz, no poder recordar cómo eran sus caricias, cómo eran sus besos, sus miradas, esos momentos en general. No paran de venirte toda clase de sentimientos y pensamientos que ni siquiera sabías que tenías o que podías llegar a pensar algún día. Entonces te prometes a ti mismo/a, no volver a pensar en él/ella. Y eso és lo único que pasa. Luego no vuelves a saber nada más de él/ella ni de su vida. El tiempo hace lo suyo, como siempre me han dicho. Y cuando dejas de buscar esa respuesta, la encuentras: “¿Qué fue lo que hice mal?”.  Y esa pregunta está en nuestras cabezas durante días, semanas, meses o incluso años. Esperando una respuesta, quitándote el sueño, ahogándote hasta dejarte sin respiración. Pero la respuesta és tan simple, que eres incapaz de verla y cuando por fin la ves, te ríes incluso de lo absurda que és. Hasta ese momento en el que todo cobra sentido. Así como tu lo has dejado de querer, él/ella ha hecho lo mismo. Sólo que un poco antes, antes de que todo esto tuviera un final para ti. No és ni tu culpa, ni la suya. Simplemente, te ha dejado de querer.

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